"Sin novedad en el frente"



Esta novela breve (apenas 200 páginas) es de las que más me ha gustado en los últimos años. Lo considero lectura obligatoria, especialmente para los jóvenes y adolescentes.

Publicada en 1929, y cuyo autor es el alemán Erich Maria Remarque, es considerada la primera novela bélica de denuncia, o sea, muy alejada de una mera sucesión de conflictos que entretienen o de una rápida y fácil exaltación del heroísmo del soldado. Antes bien, tiene como propósito reflejar la bestialidad y la sinrazón de la guerra. Y ello, desde una sucesión de estampas inolvidables que recorren el amplio espectro del conflicto: por supuesto, el frente (con escenas muy duras que quedarán bien grabadas en la retina), además del adiestramiento, la retaguardia, los hospitales, el regreso al hogar o el provisionamiento. O sea: un amplio lienzo variado que aparece a los ojos de su protagonista, un joven de 18 años obligado a reclutarse y que se plantea con perplejidad las causas y el sentido de todo lo que ve.

Por todo esto, no es una novela con un hilo cronológico que apunta a un final. Es más bien un paseo por las consecuencias de la guerra desde la inocencia de la juventud, eso sí, sin perder nunca el interés y la intriga. Me ha recordado un poco a La delgada línea roja (película magistral).

Algunas de las reflexiones son para enmarcar. Dejo algunas de sus joyas:

-"La guerra nos ha estropeado a todos. Tiene razón. Ya no somos jóvenes. Ya no queremos conquistar el mundo. Somos fugitivos. Huimos de nosotros mismos. De nuestra vida. Teníamos dieciocho años y empezábamos a amar el mundo y la existencia pero hemos tenido que disparar contra esto. La explosión de la primera granada nos estropeó el corazón. Estamos al margen de la actividad, del esfuerzo, del progreso.
Ya no creemos en nada; sólo en la guerra".

-"Sólo poco a poco vamos convirtiéndonos, de nuevo, en algo semejante a hombres".

-"Aquí está mi madre, aquí mi hermana, mi caja para las mariposas, mi piano de caoba..., pero yo todavía no he conseguido entrar del todo. Un velo y un último paso me separan de las cosas".

-"Qué inútil debe ser todo lo que se ha escrito, hecho o pensado en el mundo cuando todavía es posible la mentira, la insignificancia, cuando la cultura de miles de años no ha podido impedir que derramaran estos torrentes de sangre ni que existieran cárceles del dolor y el sufrimiento. Tan sólo el hospital da un auténtico testimonio de lo que es la guerra.
Soy joven, tengo veinte años, pero no conozco de la vida más que la desesperación y la muerte, la angustia y el tránsito de una existencia llena de la más estúpida superficialidad a un abismo de dolor. Veo que los pueblos son lanzados los unos contra los otros, y se matan sin rechistar, sin saber nada, locamente, dócilmente, inocentemente. Veo cómo los más ilustres cerebros inventan armas y frases para hacer posible todo esto durante más tiempo y con mayor refinamiento. Y como yo, lo ven todos los hombres de mi edad, aquí y entre los otros, en todo el mundo; conmigo lo está viviendo toda mi generación. ¿Qué harán nuestros padres si un día nos levantamos y les exigimos cuentas? ¿Qué esperan de nosotros cuando la guerra haya terminado? Durante años enteros, nuestra ocupación ha sido matar; ha sido el primer oficio de nuestra vida. Nuestro conocimiento de la vida se reduce a la muerte. ¿Qué puede pues, suceder después de esto? ¿Qué podrán hacer de nosotros?".

¡Tremendo!