"Hasta el útlimo hombre"



Cuando dirige, Mel Gibson siempre crea polémica. Pero claro: polémica en un sector que no acepta que haya valores distintos a los suyos que puedan ser presentados con toda su fuerza, de modo descarnado y feroz (modo que, por otra parte, sí se acepta en el sentido inverso…).

En su última película relata el hecho histórico de un soldado cristiano del ejército de los Estados Unidos que desea con todas sus fuerzas servir a su país en la guerra. Pero un obstáculo se presentará en su intento: en conciencia decide no coger nunca un arma, sino servir como médico de campaña. Tergiversado e incomprendido por sus compañeros, será tratado como un cobarde y un inútil.

La factura de la película (guión, fotografía, tempo, interpretaciones) es muy buena -como todas las de Gibson-, por lo que se ve muy gustosamente. La colina de los japoneses es un auténtico infierno.

Se tratan de modo valiente algunos temas esenciales: la defensa de la propia conciencia (que debería ser salvaguardada por el Estado mediante la objeción), el heroísmo y la relevancia social de los valores cristianos (a menudo despreciados y tachados de antiprogresistas), la coherencia en la propia vida frente a las adversidades, el menosprecio de la fácil opinión ajena, la visión falsa de la vida cristiana (que se sigue viendo como mojigata), etc.

Son particularmente emotivas las imágenes del final, donde aparecen testimonios y fotografías reales del protagonista.